Por: Clara Inés García Vivas
El 21 de febrero del año en curso la Corte Constitucional dejó en firme la despenalización del aborto. Ahora, cualquier mujer puede interrumpir, sin visto bueno previo, la gestación en cualquier momento.
Soy demócrata, creo en las instituciones del país como lo es la Constitución y lo son las Cortes, pero no me veo reflejada en esta decisión que finalmente se toma, no por unanimidad, sino por una votación que dio como resultado 5 votos a favor de la despenalización y 4 votos en contra. Con esta decisión estamos los colombianos optando por una nueva definición de que es y cuánto vale una vida humana.
Una madre que tiene un hijo deseado no sufrirá con este tema, ya que no se ve abocada por todo ese drama que suscita cuando una maternidad no es bienvenida, pero el embarazo se vuelve precario cuando no hay una familia de por medio y la mujer embarazada queda sin amparo de ninguna clase. Nosotras las mujeres somos vulnerables con el tema de la gestación y no me canso de insistir que requerimos más atención de toda índole de la que se nos está prestando. Somos violadas y nos toca asumir todo el peso del hecho y una sanción severa para el violador no resarce jamás el complejo daño causado. Hablemos de los embarazos no deseados que tanto suceden y que no tienen un trasfondo violento. Aquí la mujer también carga con las consecuencias del hecho a pesar de que nuestras leyes de paternidad garantizan la asistencia económica de la madre e hijo de parte del “padre”.
¿Es un logro que la sociedad nos apoye a nosotras mujeres consintiendo esta nueva modalidad de aborto? ¿Esa es la solución?
Anteriormente, el estado colombiano ponía unas condiciones para “legalizar” o sea permitir un aborto como lo era el riesgo de vida de la madre; violación; grave malformación del niño y estipulaba un tiempo de gestación máximo para intervenir; ahora estas reglas quedaron obsoletas porque se puede proceder hasta que el crío tenga 6 meses de gestación.
¿Cómo leo yo políticamente esta decisión? Dudo que los magistrados e inclusive las asociaciones de mujeres que promovieron esta posición sean malas personas. Resulta que surgen otros enfoques filosóficos que ponen otros acentos. Estamos en la época de la glorificación del individuo, donde todo gira alrededor de los intereses y necesidades de la persona, así que es perentorio acabar con toda traba que limite el desarrollo de esa personalidad. Para esta corriente ideológica la mujer debe gozar de todos los derechos que usualmente solo se le concedían al hombre, referente al embarazo que sucede en “su” cuerpo, a ella se le concedió la potestad de decidir qué hacer con su cuerpo como símbolo de emancipación.
Aquí por mandato legal se nos está imponiendo un nuevo tipo de mujer y por ende un nuevo tipo de sociedad. En Bogotá un grupo de doctos jueces deciden dar leyes que chocan contra nuestras creencias. Aquí, por decisión democrática, no por la razón, se nos está restringiendo el ámbito de otra corriente ideológica que es la cristiana que ve de forma muy diferente el tema de la vida en gestación.
Echemos una mirada a quienes impulsan este tipo de ideario y podremos constar que, en su mayoría, no son madres las que salen a la calle a presionar la opinión pública con actitudes grotescas habituales de las feministas recalcitrantes. Dudo que la mayoría de estas furibundas mujeres hayan sido violadas o hayan quedado embarazadas a los 16 años. Son mujeres que promueven un cambio radical de la sociedad y el aborto es uno de varios escenarios de conflicto que mundialmente se vienen forzando.
Asustada me pregunto: ¿Qué más trae esta nueva ideología? ¿Qué nueva sorpresa nos deparan estos hombres de toga referente a la familia en un futuro cercano?