Hablar de la depresión ahora, podría creerse que no es tan complicado como antes.
Pero hablar de salud mental siempre es difícil, porque seguimos con el estigma de que es mejor hablarlo en voz baja, en la intimidad del hogar, o como mucho sí y solo sí con el terapeuta implicado en tu caso.
A decir verdad, es un tema que nos toca a todos; y de una u otra manera se hace necesario visibilizarlo.
Cuando empiezas a sentir que estás más triste de lo que deberías, cuando sientes que no sabes qué te pasa (pero sabes que algo sucede y no está del todo bien), cuando tienes que hacer un gran esfuerzo a diario para salir de la cama y hacer todas tus actividades cotidianas, es muy probable que ya sepas que tienes un problema qué resolver.
Si tienes la valentía inicial de consultar y eres diagnosticado, llega el momento de confrontarte con un montón de sensaciones que no conoces y que obviamente no sabes cómo manejar: Saber que tienes depresión, con tantas noticias malas alrededor de ese término, asusta. Y asusta mucho. Iniciar un tratamiento farmacológico que a veces te hace sentir peor. Encontrar el profesional que conecta con quien tú eres. Y no solo te dice el discurso barato del positivismo absurdo que todo lo cura con fuerza de voluntad, porque si somos realistas, nadie quiere sentirse triste y sin motivación, pero es exactamente cómo te sientes todo el tiempo. No logras encontrar la razón exacta, pero te sientes vulnerable. Te sientes sin la capacidad de avanzar en tus tareas diarias, porque lo único que desearías sería no tener que salir de la cama.
Y cuando lo logras es una batalla ganada, pero quedan tantas por resolver que abruman.
Sentirse deprimido no se resuelve solo con voluntad. No porque me digas que ponga de mi parte, ya me voy a curar. Sentirse deprimido es un desbalance en tu cuerpo y hasta que no logras encontrar exactamente lo que te falta, no vas a empezar a resolverlo. Y si además te das cuenta que es un enemigo que no acaba de irse nunca, la cosa no es tan divertida, porque a pesar de años de terapia. De muchos medicamentos y de sentirte realmente bien por momentos, la depresión siempre está al acecho. Y en cualquier momento puedes recaer.
Lo importante es saber que siempre puedes encontrar la manera de estar mejor de nuevo. Y que todas las herramientas que adquieres son útiles para lidiar con esa sensación de vacío que a veces te embarga.
En Conexión Noir hablo de la depresión, la ansiedad y los ataques de pánico desde la perspectiva de quien vive con esa combinación. Y no desde el punto de vista de un profesional que la trata.
Porque por mi propia experiencia, doy fe que son completamente distintas: como profesional de la salud mental, tengo el conocimiento de cómo puede verse y conozco técnicas y medicamentos que ayudan a mejorar. Pero como paciente tengo la vivencia. La experiencia en mi propia piel de lo oscuro que es el mundo de la depresión, la ansiedad y el pánico. Y es eso exactamente lo que quiero compartir en ese espacio.
En los videos y publicaciones hablo exactamente de lo que siento. Y lo digo de la manera que a mí me ayudaría si alguien me lo dijera. Porque solo cuando has hecho ese recorrido, conoces el camino y puedes comprender a quien también tiene que atravesarlo.
Estas enfermedades no se ven exactamente igual en todos: porque una vez más se confirma que cada uno es un mundo y por eso cada uno siente de determinadas maneras y le funcionan ciertas herramientas que a otros no.
Pero saber que alguien te comprende exactamente porque sabe lo que sientes, no tiene precio. Y eso es lo que busca Conexión Noir en las redes sociales.
Abrir un espacio seguro donde puedas hablar, si quieres, o al menos un lugar donde sabes que nadie te juzga, pero sí te comprenden.
Me pueden encontrar en Facebook e Instagram como Conexión Noir: Amor propio en blanco y negro.