Detrás de cada marca de una empresa, hay una historia, cada emprendimiento es una cátedra de vida. Finalmente, el logo solo es la punta del iceberg y debajo hay una historia, una vivencia que es tan interesante como el producto mismo. Paula Dávila y su marca La Negra, restaurante, son el caso donde empresa y vida se entretejen. No es el éxito comercial de la empresa, no se trata de los millones de pesos que factura, tampoco de cuál celebridad almuerza allá, lo que resalta es cómo estos dos elementos se vuelven uno.

La entrevista que sostuve con ella fue muy especial. Varias veces he oído los audios que me mandó y cada vez me parece más interesante esa vida de una mujer de 25 años, de Soacha, Cundinamarca. Paula, con su voz clara, adornada por un acento bogotano, invita a recorrer su historia de vida.

Ella ama la cocina, recuerda a su abuela cantando mientras cocinaba y que le decía que la cocina era muy esclavizante. Mas ella no le prestaba atención y le decía que cuando grande quería estudiar cocina. Claro, una vez terminado el bachillerato, con un computador prestado, se matriculó en el SENA, y estudió técnica en cocina y después hizo un diplomado en cocina tradicional colombiana en el Areandina.

Desde niña, María Paula, se ha fijado en la cocina como solución a problemas o para superar retos:

“Me cambian de colegio cuando estoy en grado 11, me cambiaron a un colegio privado, lo pagaban mis abuelos y después, mi madre o yo con lo que vendía de mis dulces. Un día sale un proyecto y no había fondos suficientes para hacerlo, entonces dicen en mi salón: ¿De dónde sacamos la plata? Yo les propuse que hiciéramos comida y saliéramos a vender. Muchos dicen que no, que les da pena. Yo trabajo vendiendo dulces en el colegio desde los 13 años y a mí no me da pena. Les propuse que cada uno pusiese algo: vasos, gelatinas, cucharas, leche condensada y vamos a vender en la calle. y efectivamente salíamos del colegio, hacíamos nuestras gelatinas, salíamos a vender cuando recogemos para el fondo que necesitábamos del evento.

La enseñanza que saca de esa experiencia la aplica de inmediato:

“Yo veo que eso da dinero, que da ganancia; yo ya vendía dulces en el salón, pero ya me habían expulsado muchas veces por hacerlo, entonces ya no lo podía seguir haciendo, le había causado muchos problemas a mi mamá que la llamaban a poner la queja. Entonces con mi mejor amiga que tenía en ese entonces nos pusimos en esa tarea. Y efectivamente hacíamos las gelatinas obviamente no podíamos hacer el arroz con leche, entonces mi abuelita muy amorosamente cuando llegamos, nos tenía el arroz con leche, entonces almorzábamos y nos íbamos a vender por todo el barrio y yo iba a tiendas, ferreterías, remates a todos lados a vender mis productos. Yo siempre metida en la cocina. Me fascina demasiado la cocina y así fue que empezó el amor por la cocina.”

El siguiente empujón también lo recibe Paula de una adversidad: la pandemia. “Y entró la pandemia, pues todos encerrados, yo cocinaba para mi casa, tomaba fotos y las publicaba en mis redes sociales solo por distracción, sin la pretensión de vender, más la insistencia fue tanta que empecé a vender. Mi abuelita y mi abuelito me dicen: Te vamos a regalar $200.000. Ellos siempre con mi mamá, los tres, me han apoyado demasiado. Yo vendía empanadas, papas rellenas con carne o huevo, el tradicional chorizo y ahogado y ceviche de camarón.”

Y viene la chispa:

“Una pariente me dice: Ponle un nombre a tu negocio para que tú comiences a crecer efectivamente. ¿Pero qué nombre le pongo? Me pregunta mi prima: ¿Cómo te dicen a ti todo el mundo? Yo respondo: La negra. Ahí surgió, efectivamente creamos “La Negra, restaurante”. Me dice: ¿Cómo quieres el logo? Yo le digo: Algo muy colombiano, algo que me representé y les mencioné a las negras palenqueras que son mujeres que se levantan desde temprano con su charola a vender por las calles, con una sonrisa sin importar los problemas. Los problemas los dejamos atrás y seguimos adelante.”

Su vida profesional ha oscilado entre trabajar para una empresa y su propio emprendimiento. Siente la voz de ambas posibilidades y al parecer su meta es conseguir un local y echar raíces en ese oficio.

Me gustó la sinceridad de la frase final:

“Que, si tú te propones algo en tu mente de verdad y de corazón lo puedes hacer, yo he tenido una vida súper difícil, tal vez una infancia que me hubiera gustado tener diferente, ver a mi mama más feliz, pero ya no lo puedo cambiar. Me tengo que levantar y decir no la tuve, pero lo que si tengo es las ganas de cambiar mi historia. Tengo que dejar una marca, tengo que dejar una huella y tengo que empezar a creer en mí. Si yo creo en mí y estoy segura de lo que estoy haciendo, en mi caso yo creo mucho en Dios, yo sé que Dios va a abrir las puertas de las bendiciones, para mí y lo que yo quiero.

Contactos:

Instagram: Lanegra_restaurante_Paula_davila_29

Facebook: Restaurante la negra.

                  Paula Dávila Rivas

 

Clara Inés García Vivas