DESCALZA CON PAULINA

Por: Angie Paola Gutiérrez

Con la sinceridad de un cuerpo que ha andado a paso lento y desnudo, me habla Paulina, sin haberme mirado a los ojos ha podido escudriñar dentro de lo recóndito, lo más vivaz y absoluto de lo que es sentir a través del mundo que se nos presenta, en la sopa, en las epifanías de la niñez, los relatos de la abuela y el amor infinito de una madre en cada puntada de la costura, apresurada por cubrir un cuerpo indefenso, amado auténticamente

La facilidad con la que pasa por los recuerdos a través de los objetos, los escenarios y vivencias, permite que mi carne experimente a su lado todo lo que relatan los sentires, redescubriendo la sensibilidad que requiere sentir la luz de la luna en las fibras del cabello.

¿Cómo puedo sentir la ausencia en la sopa que no veo? Cómo caminar por el dolor que causa el sistema abordante, inevitable…suenan ecos de anhelos casi como el preámbulo de esas noches de insomnio en soledad, la brutalidad de las despedidas que no quieren pronunciar mis labios y la sed de amor que mi pecho ha experimentado, Paulina se viste, de azul, de besos, de recuerdos y luces y termina caminando descalza, natural.

Personalmente encuentro la magia en su verdad, en su feminidad, cálida perspicaz, capaz de pasar por dentro

Es grato abrazar el olvido, la soledad y la infancia, con pies descalzos un alma presta a sentir a través de los pasos.

Poemas de

Paulina Cuero Valencia

A mi padre

lejos, entre los cañaduzales,

se escucha la voz recia de mi padre.

Pide agua,

el sol inclemente no lo deja.

Las cuatro de la tarde

le enseñan el camino a casa.

 

La sopa caliente aún lo espera,

mientras sus hijos lo desbisten a prisa

para que, sentados en sus piernas,

las historias del abuelo cobren vida.

 

Sus párpados pesados

atrapan sus ojos.

No te duermas, padre,

aún el Tío Conejo sigue huyendo…

El final se pierde entre sus labios.

 

El reloj de la noche nos dice que ya es tarde,

el cansancio se ha robado a mi padre,

mañana la rutina nos lo devolverá a las 4 de la tarde;

mientras tanto sus hijos

contamos hojas en el patio

e inventamos un mundo

donde el hambre

no obliga a papá

a salir de casa.