Wendy Pino vive para la danza

Bailar en África sigue siendo sagrado. Si es cierto que la danza hace parte de los ritos de muchos pueblos, en África llegó a su máxima expresión. No hay rito que no incluya baile. El tambor era un objeto venerado y el que lo ejecutaba era más sacerdote que músico.

Con la esclavitud, la gente que veneraba a sus dioses danzando, fue trasladada a otro continente. A lo largo de 500 años el tambor y el baile, que también llegaron a América, perdieron su significado original. Allí se le reprimió su religión inculcándole el cristianismo que le canta a su dios, pero no baila.

Hoy en día el baile de origen africano se ve en toda la industria del entretenimiento, ningún artista a nivel mundial, hombre o mujer, llega a conquistar una gran audencia, si no baila tal vez Elvis Presly sería el ejemplo preciso para ver cómo la danza, los movimientos del cuerpo, se convirtieron en una parte de la cultura, dejando su valor sagrado,completamente, atrás.

Fue famosa la iniciativa del bailarín Álvaro Restrepo de fundar en 1998 en Cartagena una „escuela del cuerpo“. Proponía este hombre extraordinario realzar la danza dentro de un pensum educacional formando jóvenes en danza contemporánea. No se trataba de danzar por danzar, formar mano de obra para compañias folclóricas y entretener turistas, sino establecer una armonia entre el cuerpo y el alma.

Un reglamento estricto y un pensum absorbente, fuera de un entrenamiento extensivo, fueron las bases para brindarle a miles de jóvenes de Cartagena la posiblidad de emprender su vida desde un ángulo poco usual.

Wendy Pino, bailarina y profesora de danza, nacida en Cartagena y que trabaja en Europa hace varios años, fue una niña que desde los 10 años pasó las pruebas y egresó de ese colegio.

En la entrevista que sostuvo con AMAICA, Wendy contaba con detalles cómo se vinculó a este colegio, dejando entrever ese asombro que aún sentía por la decisición tomada por ella a los 10 años de edad: a su colegio llegó la oferta y mucho jóvenes se interesaron. Las pruebas para ver la aptitud de los aspirantes eran estrictas, entre ellas figuraba que cualquier ausencia se tomaba como una falta de interés perdiendo de inmediato el cupo. Sus padres no estaban muy de acuerdo con la idea de Wendy de darle este significado a su bachillerato, y especialmente el padre se opuso tirando el día de la última convocatoria el uniforme de Wendy al agua, y a pesar que la madre lo secase y lo planchase, Wendy no alcanzó a ir al ensayo. Fue una gran satisfacción y sorpresa para ella ver que Álvaro Restrtepo le hizo llegar los papeles para vincularla a ese proceso. Seguramente los padres confundían danza contemporánea con danza exótica creyendo que así su hija solapadamente iba a optar por una carrera, seguramente exitosa, pero deshonrosa, porque el baile exótico apela un público muy diferente al que apela la danza contemporánea.

 

 

Una de las ideas centrales de Álvaro Restrepo es que una danzarina se forma a lo largo de 11 años, o sea que a Wendy de 10 años, le faltaba prepararse por el tiempo que habia vivido y ese tiempo no le causó temor. Es oportuno recalcar que danza contemporánea poco tiene que ver con danza folclórica, de la cual Cartagena es potencia. Una danzarina contemporánea se forma en historia, en música, en apreciación del arte, coreografía y claro, técnicas de danza; toda una visión panorámica que rebasa lo tradicional y le da un significado muy diferente a la danza.

Cuenta Wendy que acerca de esa decisión tomada, nunca tuvo dudas, que su proceso de formación fue un crecer como bailarina y como persona.

Terminada su educación pasó a Bogotá donde trabajó con compañias y proyectos diferentes, hasta que un amigo le insinuó que aplicara a una beca en Europa en pedagogía de la danza. Al parecer con la misma firmesa de niña afrontó el reto de aprender el idioma y de desprenderse del mundo que conocía y lanzarse a la aventura de perfeccionar y especializar sus conocimientos. Fue difícil para ella adaptarse a un mundo nuevo donde el clima y la cultura de la gente, eran tan diferentes a lo que ella conocía. De nuevo se impuso y en vez de regresar al país, aplicó para otra especilisación que la calificará para grandes trabajos a nivel internacional.

 

 

 

 

Para Wendy Pino bailar es libertad, frase que suena corta, porque libertad es una palabra muy trillada, que todo el mundo, con cierta ireponsablidad usa, pero que al observar con atención la vida y obra de Wendy Pino trasluce su verdadero significado: la libertad de Wendy se basa en la armonía entre cuerpo y alma, o sea es la fuerza resultante de haber cultivado con dedicación su persona, que creció y que adquirió conciencia mostrando que libertad rebasa imponer su voluntad.

¿Se podría decir que Wendy está en la ruta para volver a sus raíces y compajinar la vida con el latido del negro tambor?

AMAICA