Ser amable es tan bonito…

Ser amable es tan bonito, no entiendo cómo hay gente que se resiste. Esta frase se la vi a mi amiga Maruja Uribe en su estado y de iunmediato la copié porque me identifico completamente con ella.

Sí, soy de las que sufro con los modales de la gente, no porque tenga que ver con ” clase ” sino porque es una clara señal de educación de aquella que no aspira a memorizar contenidos, sino la que nos hace crecer como personas y nos expande la conciencia.

Ser amable es un estado de ánimo que requiere un crecimiento y un dominio de las circunstancias, y la persona que llega a él le lleva ventaja a las demás.

Esa persona no sufre y no se desgasta con nimiedades y concentra su fuerza vital en temas muy diferentes. Y todos sabemos que los grandes logros solo se obtienen cuando se está concentrado.

La ambilidad es una fuerza que crece en el interior y no se debe confundir con la cortesía, que es otro atributo bien interesante, pero está lejos de poseer la potencia de la amabilidad. Amabilidad significa estar en paz consigo mismo y así poder proyectar esa paz en los otros, y si leemos con atención notamos que la misma palabra nos explica hacia donde apunta su significado: amor es su origen.

La vida es un perpetuo interactuar con los demás: nos sufren y los sufrimos. Aumentamos el sufrimiento ajeno y propio si no logramos bajar el nivel de prevención, producto de miedos. La maduréz emocional nos enseña a entender a los demas y seleccionar pefectamente qué es amenaza o aporte de lo que hace y dice nuestro projimo. El haber obtenido esa madurez, la expresamos por medio de la amabilidad.

Ahora, no hay que ser una persona sabia o superada para ser amable, basta con tomar el propósito de serlo con las personas que trataremos a lo largo de nuestro día. Dejemos de ver peros en las demás y no dosifiquemos nuestro trato hacia ellas. No caigamos en la trampa de ser amable porque me cae bien, hagamoslo porque ya no juzgamos a la vecina. Dejemos de fantasiear con la gente inventando razones para sus conductas, no nos creamos más que ellas, miremos lo propio y adquiramos el hábito de ser desprevenidas.

El ser amable tiene un impacto importante en la persona que lo recibe: se sentirá importante, se sentirá tenida en cuenta, se sentirá valiosa. Esa persona cambiará inmediatamente de actitud ante sí misma y ante quien la trate bien.

La persona amable es una persona liviana, no le pesan los vicios y errores, ni propios ni ajenos y estará en capacidad de ver al ser humano con los ojos del corazón, regocijandose con los tesoros que va descubriendo.

Ser amable es ser incluyente porque es, al fin, poder ver al prójimo y no los errores que le estamos endilgando.

Hagamos el ejercicio y volvamos ese ejercicio una costumbre y nos sorprendemos al ver como crece la conciencia en nosotras.

 

Clara Inés García Vivas