Ser honesta es estar preparada para defender las cosas así como son, sin buscar responder con hechos inventados. Ser honesta es reponder por sus propios actos y palabras asumiendo la dirección de su vida.

La honesetidad la asociamos con dinero, pero por ahí pasó hace mucho tiempo; deshonesta se puede ser también con sentimientos y esa es la más grave de las deshonestidades. Ser deshonesta es mirar la vida desde un ángulo equívoco, tal vez cómodo por el momento, pero de complicadas consecuencias. Lo contrario a deshonesta es transparente.

La primera víctima de la deshonbetidad somos nosotras mismas, y ¿cómo vamos a darle una solución a nuestras cosas, si nosotras alteramos los hechos? La deshonestidad nos arrebata de las manos el control de nuestras vidas haciéndonos esclavas de impulsos y arrebatos.

Para ser honesta se debe ser valiente, se deben conocer las fuerzas que tenemos para defender lo que creemos importante. Ser deshonesta es ser derrotada por la improvisación porque nunca preparamos una respuesta.

Para ser honesta se debe tener un conocimiento sólido de sí misma; se debe hacer un inventario de quiénes somos y qué temos espiritual y físicamente. A partir de ese inventario podemos trazar metas.

Debemos, así como arreglamos una casa, limpiar nuestras almas y sacar de nosotras esas basuras, para entonces vivir mejor porque la felicidad está en nuestras manos.

AMAICA