Toda la vida Rosalba Viveros ha hecho muñecas. Cuenta ella que, en las vacaciones, cuando niña, iba a Raposo y llevaba las que había hecho y las vendía. Rememora ella que este gusto le surgió a raíz de una muñeca que le regaló su abuela. Finalmente, ese oficio le dio con que criar y educar a sus 3 hijos.

Una muñeca representa ternura y es un objeto que recuerda la infancia y esos años dorados saturados de inocencia. Épocas cuando la luz era más diáfana; las risas llegaban al alma y se tejían amistades que duraban para siempre. A la muñeca se le da nombre asignándole una personalidad. Es la muñeca la hija de su joven dueña y por ende recibe todos los cuidados posibles y probablemente más de los que la niña recibe en la realidad. No cabe duda que el ser humano aprende por medio del juego a ser un adulto feliz.

Con sus tías, que eran modistas, perfeccionó su conocimiento acerca de telas y modistería y con sus primeros ahorros compró una máquina de coser.

En los meses de octubre y noviembre había mucho trabajo, era la temporada alta porque la gente le encargaba la hechura del estreno de diciembre. Rosalba iba a los almacenes a ver las nuevas tendencias de la moda y así estar al tanto y poder complacer a su clientela que en cuotas le pagaban el trabajo y las telas.

El resto del año se lo dedicaba a las muñecas. Con los sobrantes de la temporada decembrina, primero, después ya le tocó comprar telas explicitas para hacer las piernas, cuerpos, brazos o cabezas de sus alegres muñecas. Mas este negocio tuvo un revés.

Dice Rosalba que las nuevas generaciones de niñas ya no juegan con muñecas, que las madrinas regalan celulares a sus ahijadas. A pesar de esto las muñecas de Rosalba se siguen produciendo, pero como suvenires.
Las niñas, ahora mujeres, que en los años 90 jugaron con muñecas hechas por Rosalba las compran como adorno, seguramente con la intención de recobrar algo de su niñez.

Las muñecas negras de Rosalba se parecen a ella, son extrovertidas y alegres. A cada una Rosalba le fabrica una cara con una expresión propia ya que ella le dedica buen tiempo a armarlas; ellas ríen, o hacen pucheros o están serias, a la expectativa, así como lo hace un bebé. Detesta Rosalba la producción en serie y nunca ha pensado en volver su negocio, que desde hace 7 años está registrado ante cámara y comercio, en una industria al por mayor. Sabe Rosalba que la artesanía debe estar fincada en un espíritu muy especial, el cual, seguramente esta mas afín a lo que siente una artista que a lo que comprende una empresaria. Pero Rosalba sabe producir con eficacia. Ella elabora partes primero como piernas o brazos y al otro día se dedica a ensamblar las muñecas. Recalca Rosalba que sus muñecas no son negras, que el negro como color de piel no existe y que ella utiliza tela de color café para elaborar las caras, brazos y piernas de sus creaciones.

Las muñecas de Rosalba en vestido de baño, o las ataviadas con trajes folclóricos o las que tocan cununo son como gotas emanadas del alma de esta mujer dueña de una risa bella y contagiosa.

Es el alma de Rosalba tan inocente como los años de infancia donde las muñecas jugaban un papel protagónico. Dice Rosalba que le causa mucho gusto producir las, que sigue siendo para ella un juego donde puede explayar toda su creatividad, atenta al detalle, y gozar con el goce ajeno.